Todo el mundo necesita comunicarse para expresar deseos, inquietudes, preocupaciones, agradecimientos o simplemente por el hecho de relacionarnos.
El problema viene cuando las personas que, al igual que yo, requerimos ayuda para llevar a cabo ciertas tareas físicas y la habilidad en tu comunicación verbal se va viendo afectada por una enfermedad degenerativa.
A la hora de trasladar un mensaje a los demás o de que éstos interpreten aquellos que les mandas suponen una enorme ventaja para enfrentar las dificultades o directamente para evitarlas, y por qué no decirlo, la punzada de alegría cuando consigues que te entiendan tus palabras a la primera es inevitable, como también lo es que aparezca la impotencia cuando no alcanzas ese objetivo que parece tan sencillo dando lugar a “cortocircuitos”. Incluso, se une el desánimo que le produce el hecho de haberlo intentado alguna vez, no haberlo conseguido por falta de habilidad, y haber generado el pensamiento de que ese esfuerzo es inútil.
Son muchos los momentos en los que un@ mism@ se pone una valla que los demás no van a poder superar. Nadie dice que sea fácil hablar con los demás, especialmente si son personas poco dadas a escuchar pacientemente
Por supuesto, no voy a obviar que se debe tener la intención de encontrar el momento oportuno o el valor suficiente para comunicarse, pues mi enfermedad, Ataxia de Friedreich, dificulta coordinar los músculos que permiten expulsar el aire con la suficiente fuerza como para que vibren las cuerdas vocales con la musculatura más externa (lengua, carrillos, labios…).
Los barcos usan el código morse para comunicarse entre ellos, los aviones tienen sus palabras específicas al igual que sucede en otros ámbitos.
Hay que buscar “mañas” para hacerse entender porque las palabras son necesarias para poder comprendernos entre nosotros y expresar lo que sentimos o pensamos.